Somos felices en un mundo que mata por una gota de amor. Florecemos invisibles a los ojos de la ética. Tenemos amigos mercenarios del amor; dirán una y otra vez lo que los demás quieran oír, se jugarían el pellejo por defender lo indefendible.
No jugamos, amamos. Somos egoístas de una pasión desaforada; sin limites. No nos importa nadie más que nosotros, por momentos sentimos la misma sensación del primer amor, del primer beso. Sentimos nervios, nos corroe la adrenalina dejando grietas de sudor en nuestros cuerpos húmedos. Extrañamos las noches en que fumamos porros a escondidas brindando por la perfección de nuestra dicha de encontrarnos.
No estamos locos ni aparentamos estar, solo estamos buscando una nueva forma de vida, cambiar un poco la rutina que nos esta oxidando el corazón. Queremos paz, pero siempre es guerra en la catrera.
No podemos contarlo, no podemos mostrarnos. Somos nómades de ciudad; buscamos escondites, callejones y hoteles para pernoctar. Nos refugiamos en un bunker con vidrios empañados.
Amamos con más intensidad que cualquier otro ser. Vivimos arrepentidos y culpando al maldito tiempo.
Dormimos abrazados y hasta nos duchamos juntos, antes de volver a nuestras casas.
Cuando se apaga la luz y quedamos enfrentados con nuestra despiadada soledad, mi esposa me pregunta si soy feliz. Yo respondo que sí, y ella dice exactamente lo mismo, también es feliz.
Estamos casados, pero ambos somos amantes. Nuestro amor sincero se agoto.
Algún día sé que regresaré y ella tendrá el bolso armado. Perseguirá aquel amor que tanto placer le da.
Somos amantes fingiendo una vida modelo. Amistad, cariño y respeto, es lo que nos une. Puertas abiertas encontramos a la hora de levantarnos. No sabemos como paso, donde y cuando, solo sabemos que esta pasando.
No buscamos explicaciones, ni disparamos culpas al aire, ya no nos desangramos más.