Tres palabras y la luna testigo de que no soy nada. Dos cuerpos más: ella, sublime y fatal como pocas veces eh visto una mujer así.

No me atrevo ni a preguntarle la hora, me tiene cautivado.

Pienso en voz alta y digo; “La vida es muy injusta” seguramente ella pensara que estoy loco, entonces vuelvo hablar pero esta vez dirigido a ella:

—No estoy loco, disculpa que te hable pero ya no se que hacer para llamar tu atención. —le dije mirando el pasto.

—Ah, igual no dijiste nada que me haga pensar que estas loco. —respondió ella, conocí su voz, también era hermosa.

—Pues, no suelo ver a mucha gente hablando sola. —dije esta vez mirándola a sus ojos.

—Yo lo hago generalmente con las plantas. —respondió ella, me reí por los nervios, es que la gente que habla con las plantas, esta completamente loca.

—¿Y por que decís que la vida es injusta? —pregunto.

—Por que sí, mi timidez no me deja hablarte, en un día me voy, me gustas mucho y ni siquiera te voy a dar un beso. El escenario se arma para un fracaso de película. Eso es injusto. —me desahogué, ya estaba jugado.

—Tampoco hay que ser tan pesimista. —dijo ella, acostumbrada a recibir halagos.

—Es que todo es tan impredecible en esta vida —le dije mientras encendía un cigarrillo. Ella se acerco, me beso y se fue.

Nunca más la volví a ver. No pude frenarla, no me atreví a gritarle; “Espera” no me salio ninguna frase cursi como; “No te vayas, llévame contigo, por vos pondría el mundo a tus pies”.

Sus tres palabras quedaron retumbando en mi cabeza, ella dijo “Nada es imposible”.

Tal vez, en algún otro tiempo la encuentre. No lo sé, pero si algún día miran el cielo y la luna no esta, échenme la culpa a mí.