Tiritando por el frío y los nervios de que alguien nos vea —cosa que seria muy extraña, pero podría llegar a pasar—, apostados en unos viejos postes de luz acostados, somos tres. Estamos sentados y charlamos de cualquier cosa que puedan hablar unos pibes de catorce años, jugando a ser hombres.
Estamos refugiados, y pensamos dar inicio a nuestra aventura:
—Dame uno —dice Dieguito, completamente maravillado.
—Tomá, sacá uno. Son tres para cada uno, el ultimo lo fumamos entre los tres.
Un Phillips de diez nos hace vivir un intenso momento de adrenalina: fumar a escondidas.
Diego saca uno y lo prende. No traga el humo, lo escupe al instante. Da otra pitada y otra, no sabe que se está suicidando en cuotas. Vuelve a dar otra pitada, ni me mira. Tampoco habla, finge disfrutar su pasaporte a la muerte.
Juan le pide el encendedor y ríe, sus nervios le producen una sonrisa de oreja a oreja. Otro más que se sienta junto a Dieguito en el mismo bondi con destino a un jodido cáncer de pulmón.
Yo no dejo de paranoiquearme cada segundo que pasa.
—Loco, ustedes…¡Yo no se de que carajo se ríen! Si me ve mi hermano, si me ve mi hermano... —no dejaba de repetir, mientras los otros me daban consuelos tontos de jardín de infantes.
—No pasa nada, acá estamos bien —dice Juan, sin pensar que la ubicación es en frente a una comisaría, atrás de un galpón enorme, el Gimnasio Municipal de Berisso. Justo detrás de esa enorme construcción nos ubicamos nosotros, tres pibitos, con ganas de ver qué es esto.
—Aparte, mirá que tu hermano va andar por acá… —me dice Dieguito para tranquilizarme.
—Loco, mi hermano, ya me dijo, si me ve me lleva a boleos en el culo hasta mi casa, ya me advirtió, lo va hacer, no es joda, mi hermano con eso no jode. —les digo casi llorando.
—No te pongas mal, boludo, tomá —me dice Juan, pasándome la caja de cigarrillos —prendete uno, vas a ver como te tranquilizas.
Prendí ese cigarrillo, le di la primer pitada. El humo ingresó por mis pulmones, me dio una arcada que casi vomito. Esa es la sensación de fumar a escondidas, la tos que no se puede ocultar.
Diego pide otro cigarrillo. Juan y yo todavía estamos con el primero. Lo “fumamos” muy despacio, como tendría que ser.
—Pasame la caja —dice Diego, serio, como sabiendo lo que hace.
—Mirá que te queda uno, no te zarpes —le dice Juan en tono amenazante.
—Eso, ¿Por qué no aguantas un poco?, si recién apagaste uno —le digo yo, para que recapacite y no se convierta en una chimenea humana.
—Es que uno no me alcanza —dice Diego, dándole fuego, regalando una cuota más.
Hablamos de todo, hasta inclusive de Dieguito. No paramos de reír, fuma como un animal, está desesperado.
—Si los pudiera llevar a mi casa, esto sería diferente. Es injusto —dice la chimenea humana, resignado.
—Diego, si los pudieras llevar a tu casa, ya estarías muerto, déjate de joder. —dice Juan.
—Posta, sos un escuerzo. Mirá que vi pibes fumar, pero le das con tutti, tendrías que aflojarle un toque.
—Estoy en todo mi derecho de fumar mis tres cigarrillos, como yo quiera. Es más, la próxima vez me prendo los tres juntos. —dice Diego y sonríe. Nosotros dos nos quedamos serios, sabemos que es capaz de hacerlo.
—Chiste, boludos, ¿Como voy hacer eso? — aclara. Igualmente, seguimos serios y Juan decide cambiar de tema.
—Mi vieja el otro día me abrió el cajón del escritorio, donde tengo una cartuchera, esas de lata. Ahí siempre tiro la ceniza. Pensé que me molía a palos, pero creo que no se dio cuenta.
—¡Que mal! Yo me olvidé de sacar los cigarrillos del Jean y al otro día apareció la caja de cigarrillos en mi mesita de luz y el Jean colgado en la soga. No me dijo nada mi vieja, yo también pensé que me mataba. Pero bueno, mientras no le diga a mi hermano, todo bien.
—Yo fumo en casa —dijo Diego y los dos lo miramos.
—Sí, lo que escucharon, fumo en mi casa. —volvió a afirmar esa locura.
—¿Cómo que fumás en tu casa? —pregunto Juan.
—¿Y si te ve tu vieja? —dije yo.
—Yo me la banco, ya estoy podrido de fumar a escondidas, igualmente fumo en el patio, salto por la ventana a la noche y me fumo un puchito, o dos y después vuelvo a mi habitación.
Nosotros le creímos todo menos el “uno o dos” —sabemos que se debe fumar, mínimo, cinco.
—Asomate Juan, lo único que falta es que nos metan en cana. —le digo con el pucho en la mano.
—Dejen, voy yo. —dice Dieguito.
—¿Y? —pregunta Juan.
—No pasa nada, muchachos, este lugar es mágico. —responde Dieguito.
La tarde empieza a bajar, Diego ya se fumó sus tres puchos. Está diciendo indirectas para fumar otro más, es el entusiasmo de los primeros cigarrillos. Yo lo entiendo, después se le pasará, como pasa todo.
—Che, ¿Y si fumamos el ultimo ahora? Total, a ustedes les quedan dos más. —dice Dieguito.
—A ver si nos entendemos…si a mi me quedan cigarrillos, es por que los fumo como una persona normal. Si querés te convido uno de los míos. —dice Juan.
—¿En serio? —pregunta Dieguito.
—Te esta jodiendo bobo, cagate si no tenes más. —respondí yo, no lo podía ver tan ilusionado.
Juan se reía, yo me reía, Diego estaba a un lado. Abrí la caja, saque un cigarro y se lo revoleé, le di en la oreja.
Lo agarró, lo encendió y me dijo;
—Gracias, lo necesitaba.
Juan y yo nos descostillábamos de la risa. Hablaba de necesitar, que increíble.
Entre pitadas normales y pitadas de Dieguito la tarde iba pasando. En la caja quedaban dos cigarrillos, comenzaba la pelea de quién se llevaba la caja. Diego no participaba en esta disputa.
—Juan, llevala vos, confío en vos. —le dije desligándome del problema.
—No, no, por favor, llevala vos, si tu vieja ya sabe que fumás.
—Juan, cuando me preguntó de quién eran los cigarrillos, le dije que eran tuyos. Llevala vos. —le dije.
—Ah, sos un terrible forro. ¿Cómo le vas a decir que son míos? —me pregunta, indignado.
—Y bueno, ¿qué querés? Me agarró desprevenido, le dije lo primero que se me vino a la cabeza.
—Ok, se los regalamos a Diego.
Diego abrió los ojos, y al instante nos miró con carita de perrito mojado.
—¡Ni en pedo! —le grité en la cara.
—Forros. —expulsó Dieguito. Se paró, agarró la bicicleta y amagó a irse.
—¡Mentira! Tomá, llevátelos Diego, todo bien.
—Gracias... forros. —dijo eso y comenzó a pedalear por el pasto, repleto de pozos. Había que hacer una fuerza para irse por ahí…
—Vamos, esto no da para más. —le dije a Juan.
—Vamos —dijo Juan.
Caminamos hacia las bicicletas y le pregunté:
—Che, ¿me quedó olor en la ropa?
—No, casi nada —respondió Juan.
—¿Sabes Juan? El otro día me explicaron que si en mi casa son todos fumadores, jamás podrían percibir si tengo olor a cigarrillo, o si alguien ya fumó alguno. La nariz pierde esa parte del olfato y no puede reconocer el olor.
—¿Entonces para qué me preguntás? —dijo Juan.
—Por que eso no es exacto. La última vez, entre a mi casa y mi viejo me dijo:
—Si vas a fumar, decímelo, y fumá en casa, en donde quieras. Comprate vos tus cigarrillos, pero nunca agarres un cigarrillo de un desconocido.
—Yo no fumo, viejo —le alcancé a responder.
—Tu ropa no dice lo mismo.
—Ahh, ¿Lo decís por el olor que tengo en la ropa? Fue Juan viejo, él fuma. Y como estoy casi todo el día con él, se me pega el olor.
Por que el pasado es ahora. Por que la amistad no se corrompe, no se destruye, no se cambia ni se vende, no se compra y no hay descuentos de ocasión. Por que sin él hoy yo no estaría fumando, por que sin él hoy yo no estaría acá sentado. Por que a pesar de todo, es un gran amigo. Por eso y mucho más, esta historia es dedicada a él, el pequeño hombre ruliento que titubeo conmigo más de una vez, él que ahora se inhibe frente a las mujeres, aquel que hace los mejores asados y juega los peores partidos de truco. Más alla del que diran, nunca dejaras de ser ese pelotudo que quiero que sobreviva a mi lado. Y aunque ya lo habras escuchado, es bueno que otro pelotudo lo repita, estoy orgulloso de vos.
Feliz cumpleaños Juan Pablo.
PD: Sí, siempre te eche la culpa de todo. Después de todo, para eso estan los amigos ¿no?. Brindo por vos hermano.
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Una muy buena historia negrito! te pasaste otra vez! esa forma de relatarla que tenes, nos hace leerla al punto que pareciera que uno la esta viviendo y se puede imaginar hasta el ultimo detalle de lo narrado! te felicito, cada vez mejor!
Juan feliz cumple! I love much! Te deceo lo mejor para este nuevo año de vida que estas comenzando! te lo mereces! Adios!!!
Awwwwww, che, me encantó.
Wou. Me acuerdo la primer vez que probé un cigarro... también, en la calle, con miedo de que me viera cualquier persona... encima fue en el pueblo donde viven mis abuelos, lo que hacía factible el hecho de que en m casa se enteraran si me veía alguien... Ay Dios... qué noches... con el fernet y un cigarro sentada con los pibes en alguna esquina...
Qué nostalgia la puta madre... en fin, creo que todo esto viene a que esas cosas se viven siempre con amigos, nunca de otra forma...
Una hermosa manera de "homenajear" a Juan Pablo =)
rro.
Hermosa esa historia, todos la hemos vivido y es asì, tal cual, el miedo de que te vea algùn conocido, de que te sientan el olor en la ropa, nosè, muy bueno. La verdad, me encantò.
jajaja
cuando fume por primera vez tenia 11 años;y era re curiosa como lo soy ahora...fue en el parque con una amiga que ya se fue...fuimos ala parte mas alejada de los hermanos mayores que estaban con nosotros...lo prendi fume y no me ahoge lo senti re bien...
y por eso y desd ese dia es que ahora me compreo un 20 dia por medio....
excelente texto christian;besos paulita
muy pero muy bueno che!!!! ah les dejo mi blog (http://rock-and-roll-del-sur.blogspot.com) para que miren un video de la 25 (chica del suburbano), aca en el club huergo de comodoro rivadavia, y de paso dejen alguna sugerencia para armarlo adecuadamente... desde ya muchas gracias
Me hace acordar a cuando estoy con mis amigos que fuman, siempre en la puerta del colegio, o en el quiosco de ahi cerca, porque en las casas no pueden (imaginate).
Abrazo!
Exequiel: Gracias amigo, me alegro mucho que te haya gustado. Muy buena onda la tuya, como siempre.
M: Me alegro mexicanotas. Un saludo grandote. Suerte y más que suerte. Ciao.
rro: ¡La buena vida!. Gracias por el comentario y por revivir aquellos recuerdos. Un saludo grande, que todo ande muy bien.
Fernanda: Gracias Fernanda, me alegro que te hay gustado la historia. Un saludo grande.
Paulita: Gracias por la buena onda y por el comentario. Ja, parece mentira todos le temían a los hermanos mayores. Un saludo grande!
Rockers del sur: Gracias loco, me alegro que te haya gustado. Muy bueno el video de la 25. Un saludo.
Uriel: Uf, si sabré de ocultamiento para poder fumar un cigarrillo. Un saludo grande, gracias por el comentario.
No se que comentar, mientras leí la historia se me cruzaron varias ideas. Me vi en esa situación.
No se que tenés, pero transmitís ese "algo" que me deja desconcertado.
Es perfecto!
Abrazos!
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Thanks in advance and good luck! :)
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