Por donde andarás, se que aunque no nos conozcamos, nos conocemos bien. Los chinos del súper están zarpados, el vinito de oferta no es de oferta y la gente lo compra contenta.
Eso en tu barrio no pasaba, no sé que barrio era, solo se que a unos 15 minutos de bondi llegabas a constitución y de ahí al tren, la muerte en cada estación.
Todavía recuerdo lo que me decías de tener alas, entre porros y porrones confesabas que huías de todo y de todos. Entre fotos que sacabas de una caja (estabas tan joven) “Este es mi viejo, yo lo quería mucho a mi viejo” me decías y tus ojos se teñían de café oscuro, yo a esa altura no distinguía la realidad, pero supuse que eso era importante para vos, entonces asentí con la cabeza como hipnotizado, y tomé otro sorbo más. Recuerdo que te pedí un vaso y comenzaste a reír, te conté de mi mala experiencia con los porrones de pico ancho traicioneros que por un mal calculo hacen que te vuelques toda la cerveza en la remera.
Ya me había pasado, y en ese entonces dije que no me la sacaba por que me avergonzaba la panza, aunque en realidad quería que me la saque ella.
La noche era larga y sin remeras, le dábamos caladas, “calada” palabra tan repetible y dulce en tu boca.
Tal vez algún día nos encontremos en San Telmo, aunque preferiría verte en París, como jota ce que se encontró con una ilusionista distraída.
Al final desapareciste como lo prometiste y como todo en esta vida. Quizás las madrugadas para vos ya no son tan largas como las mías.
No recuerdo cuando desperté ni como me fui. Solo que al salir me regalaste una entrada para ir a ver Babasónicos, quizás ese era el pie para otra causalidad, lo real es que la regale.
No sé si habrán ido, o si alguien la habrá encontrado, la deje en el asiento del tren.
No me gusta ir a recitales solo y tampoco me gusta insistir. Aunque esa noche no dormí.
A esta altura tendrás entre 3 y 4 tatuajes más. Todo japonés. Que ciego me sentí cuando no pude leer el que tenías en la espalda.
After Office, Jefes, Pasantes, Camisa, Mozambique, pastillas y yo cada vez más me hundía en el olor a petróleo.
La libertad que nos da la soledad. Y la melancolía que me dan los días soleados, no te imaginas.
Aprendí a tomar whisky como en las películas. A veces me masturbo pensando en vos.
No te extraño en absoluto. Ni quiero saber de vos. Cambia la historia, y los protagonistas. Se van muriendo y van apareciendo otros. Solo fue un amanecer.
Sin rencores, flaca. Encontré la nota que dejaste en mi bolsillo al bajar del tren.
“Los sentimientos son efímeros, y todos, absolutamente todos desaparecemos. Aunque el tiempo se prolongue, y aunque pienses que todo es eterno, está en uno saber vivir con eso. Ojalá seas muy feliz.”.
La hice un bollito y casi triple en el tacho de basura. Paso al ladito.
Fui feliz.
Archivado en: Los hombres también lloran
Me re llegan tus historias y me gusta que escribas un poco más seguido, espero la próxima y gracias por la magia. Saludos
Que lindo que sos negro sucio, te sigo leyendo, tarde, pero lo sigo haciendo. Te tengo presente siempre. Abrazo a vo'
@nayla pereyra: Muchas gracias nayla, que lindo que te guste, me encanta saber lo que opinan los lectores, no dejes de comentar. Un saludo grande.
@Cari: Que lindo, yo también te tengo presente. Y me encanta que estés bien. Un beso grande