Que te buscaré en cualquier bar a cualquier hora de eso ya no quedan dudas. Que a veces me despierto pensando que andarás por acá, en la cocina quizás, tomando alguna pastilla a escondidas.
Sirviéndote un Whisky con los ojos llorosos a las tres de la mañana fumando un cigarrito en el patio, escuchando Zaz en volumen 8 para no despertarme, moviendo la cabeza, susurrando “Le temps me surprend, semble s'accélérer”.
Que me dirás cuando te vea ahí sentada, “Qué querés, no podía dormir con este calor de muerte y tu rock me tiene harta”.
Sonreirás, y me sentaré al lado tuyo, me dirás la misma historia de siempre, del sistema de las estrellas, y las constelaciones, del cosmos y que se yo que más me inventaras, que si algún día te encuentro te pediré que me la cuentes de nuevo, porque no la recuerdo con la misma pasión.
Que la casa se va achicando con el paso del tiempo y se hace chiquitita como un dedal, que asesino pensamientos al azar, que me quedan pocas palabras, que ya no las invento como antes. Que se me escurren por los dedos. Que se me caen como ceniza de cigarro.
Que te confieso también, que no me importa perder el habla si no tengo nada para decirle a nadie. Que tus suspiros se llevaron los míos. Atravesamos varias realidades en simultaneo. Y poco parece importarnos.
Siempre te reías de mí. Es que me vuelvo cursi, torpe, me intimida tu sencillez, y mi complejidad a la hora de pensar que vos estás pensando que todo lo que te digo es mentira, que todo lo que te digo es un estupidez tras otra y me esfuerzo en que suene a verdad.
Te contare que se me ocurrió otra historia, te diré que quizás es la mejor de todas, me besaras y me dirás que soy un loco que repite las palabras, que no te gusta como escribo, pero que igual me lees. Por que siempre hay que leer aunque la otra persona tenga horribles faltas de ortografías.
Yo te la relatare igual antes de escribirla solo por el placer de ver tu cara de desconcierto.
Me dirás lo mismo de siempre “Vos no me amás” y yo justificare mi amor, solo al decirte que te pienso todo el día, que en cada copa de vino que beso estás ahí. Que no nos ha ido tan mal.
“Tenés tanta, tanta razón, lo que me da rabia es tu cruel forma de involucrarme en tus historias, de reconocerme en pedazos, de mutilarme para el gozo de los demás”
Una copa de malbec más y estarás conmigo sin estarlo, esto quizás es algo un poco psycho, pero después de la medianoche puedo verte y hasta hablarte, y mantener charlas informales en la cama con la luz apagada.
Como también muchas veces pasamos horas sin hablarnos, hasta que me duermo, y me despierto abrazado a la almohada con la copa vacía en la mesa de luz.
A comenzar el día, a tomar el micro, a fantasear con vidas ajenas.
A volver a ver jóvenes pintadas con ojitos color miel, como granitos de arroz, un mundito en cada una, miedosas y atrevidas.
—A mi me asfixia el mundo, y la ciudad, me aplasta, me siento una cucaracha cuando camino por El Saladero —arrancó el huracán. Ella, es feliz.
—Bueno, sentite dichosa, las cucarachas sobreviven a los ataques nucleares
—Las cucarachas son seres repugnantes, horribles, asquerosos
—¿Tu problema es con el mundo o con los que habitan en él?
—Los que habitan en él, vos por ejemplo, la chica con la que hablaste esta mañana.
—¿Yo? Quizás estoy gordito, y por eso sentís que te asfixio.
—No seas tonto, algún día no estaré más acá, y no será por culpa mía.
—No hablemos de culpas y culpables que me deprimís
—Vos vivís deprimido con un humor de mierda, como si todos te odiaran
—No hace falta que todos te odien, con que una sola persona te odie alcanza y sobra, cucaracha
—No me digas así, cerrá los ojos
—¿Y? —Sentí el calor de sus labios en mi oído, y susurro
—Vas-tu l'aimer la vie ou la regarder juste passer?
—Odio cuando me hablas en Francés, no te hace sexy y siento como que no te dan las pelotas para decírmelo en español
—Cállate, ¿No sentís como que la pared esta congelada?. Es como que se me va congelando la espalda, primero la cintura y me va subiendo el frío hasta la nuca, creo que es hora de irme para adentro.
—Yo me voy a quedar un rato más, cuando entras, sacá ese disco de mierda, haceme el favor, que no le entiendo nada y odio no entender lo que dicen en las canciones.
—Tráeme un café cuando venís, échale un poquito de whisky, que quizás sea mi último café, no seas tacaño.
—Dale, nos vemos en un rato, termino el cigarro y voy, no te duermas.
Nos gustaba charlar, tomar vino, aunque a veces ella no me escuchara o al menos eso sentía yo, lográbamos sentir en muchas ocasiones que a cualquier hora siempre era de noche. Nos teníamos piedad, y nos queríamos mucho.
En ese entonces si yo la extrañaba, sabía donde encontrarla.
La última noche, si se puede decir noche, porque a decir verdad eran las siete de la tarde cuando me dormí y me desperté al otro día completamente vacío. Sentí que la casa se volvía aun más chica y el mundo más asfixiante.
A ella no la vi nunca más. Nunca supe más nada y no se me apareció más.
Ahora en mi cama hay una persona real, que si bien no sabe el cuento del cosmos, ya no lo necesito, porque aquella historia que le relate a ella nunca la voy a escribir.
Y porque de igual forma además de todo hay que vivir.
Nos fuimos en paz.
Archivado en: Los hombres también lloran
Hace poco surgió un pensamiento en mi: asfixiarse fácil delata unos pulmones muy pequeños. Y que las ausencias nos pregunta qué formas deben tomar y siempre respondemos lo mismo (salvo que nuestros pulmones sean grandes).
Pero ahora pienso simplemente que las palabras para alguien que se fue, son para nosotros y que me encanta tropezarme con este blog una y otra vez y siempre ver conejos y galeras y conejos que jamás salieron de la galera.
GRACIAS!